El espacio multidisciplinar madrileño acoge hoy la representación del tercer acto de la ópera de Verdi, con Ainhoa Arteta, Manuel Lanza y Stefano Palatchi.
Reinventarse. Un verbo que no se nos cae de la boca. Adaptarse a los tiempos nuevos, a una normalidad extraña a la que nos cuesta, después de un año, mirar de frente. La cultura tuvo que frenar en seco hace poco más de un año. Las luces se apagaron, las puertas de los museos se cerraron, el telón cayó. El “streaming” hizo su marzo, su abril, su mayo… Y así casi hasta ahora para un buen puñado de países europeos que aún no han podido abrir sus espacios culturales. Emiliano Suárez, que es un hombre poco dado a amilanarse, emprendió hace unos años una aventura en un espacio grande. Se le ocurrió traer a Madrid lo que en Berlín o Nueva York llevaban ya décadas disfrutando. Sacó la ópera del escenario y la colocó dentro de un garaje. Y le llovieron los bravos. Puccini sonó al piano como nunca. Después llegó el parón obligado y retomó su actividad en septiembre pasado. El arte, la música, la lírica y la gastronomía copan los espacios de este local que lleva el nombre de su madre Lola.
El proyecto matriz era Opera Garage, “este es otro, un espacio creativo que nace en plena pandemia y que se me ocurrió durante los meses de encierro. Pensé que por qué no podía meter todos mis proyectos dentro de un contenedor, que se convirtiera en un agitador cultural dentro del cual sucedieran cosas”, explica Suárez. Y así, como el que no quiere la cosa, ha creado una temporada estable que incluye las propuestas citadas anteriormente. Dentro de la lírica, por el local ha pasado nada menos que Gregory Kunde, que ofreció un recital con piano. Ha montado también la escena de la locura de “Lucia di Lammemoor”. Y flamenco con Mercé. O con Antonio Carmona. “Quería montar, junto con Macarena Bergareche, ópera es un espacio alternativo”, cuenta.
La última Violeta
Y en el número 53 de la calle Sorgo de Madrid (en la Nave 3) quien pueda disfrutar de uno de los 80 asientos dispuestos (el aforo está reducido) podrá ver el fin de Violeta Valery, “que me hace una ilusión especial hacerlo con Ainhoa (Arteta), que lo va a cantar aquí por última vez. De hecho, elegimos este tercer acto porque es el que mejor se adapta a su vocalidad actual”, desvela. Emiliano Suárez dirige, produce. La escena también es suya. “Hago un poco de todo”, suelta. Y se produce a sí mismo”como buen valiente. Esta es una aventura más dentro de Garage Lola”, asegura. Y en esta aventura, además de la soprano, estarán el barítono Manuel Lanza, como Giorgio Germont, y el bajo Stefano Palatchi, otro grande, dando voz al doctor Grenvil (el mismo papel que cantó en el título verdiano con que el Teatro Real volvió a su actividad en julio de 2020). La dirección musical es de Borja Mariño, que acompañará a los artistas al piano. “Es una “Traviata” contemporánea que he traído a nuestro tiempo. Y para ello me he inspirado en la propia Ainhoa, en los últimos momentos de una diva que está en su casa”. Suárez define esta experiencia como “una cápsula que dura una hora. ¿Qué tienen en común Garaje Lola con Opera Garage? A Emiliano Suárez”. Y dice la verdad. El espacio alojará a unas 80 personas de público. El precio de las entradas es de 30 euros para quienes son miembros y de 60 para los que no lo son.
Emiliano Suárez tiene desde hace años en la cabeza dedicarse a la dirección de escena. Poco le importa la fama que tienen algunos profesionales. “No es algo nuevo, sino que lo tengo en mente desde hace años, pero requiere su tiempo y sus plazos. Es algo muy serio y bastante complejo y hay que hacerlo bien. Con la experiencia que estoy adquiriendo me siento capaz de intentarlo. Espero que cuando esté dispuesto a dar el salto haya alguien que pueda apostar por mí”, dice. Él se confiesa un incondicional de Calixto Bieito, “que es una referencia dentro de los españoles y que reúne todo los requisitos para ser un grandioso profesional”. Y si hay que echar mano de los nombres internacionales nombra a Robert Carsen, Peter Sellars y Laurent Pelly, “por citar solamente a tres profesionales que han construido una carrera impresionante”.
Después de marzo llega abril y Garaje Lola, un espacio con hechuras industriales, estética “underground” y techos de altura, abrirá sus puertas a un chef catalán, dejará que Isabel Valdecasas cuelgue sus pinturas en sus muros, sacará “fuera de su caja” a Jorge Blas y dejará el escenario a Ruth Iniesta en un recital de música y guitarra. Vamos, casi nada.