Es en La vida breve donde el trabajo de Del Monaco se hace más evidente, con una escenografía acertadísima que recoge el calor y la claustrofobia, la angustia y la ansiedad de la protagonista. Sólo no termina de convencerme el mostrarla enajenada per se, desde el minuto uno, restándole culpa al hombre que la utiliza. Por lo demás, la Salud de Ainhoa Arteta es un dechado de detalles. Sólo con mirarle las manos, en el camino de las grandes del teatro español, el resto de la escena podría traerme sin cuidado. A ello se suma, sin dejar la escena un solo minuto, una expresividad a flor de piel y por supuesto un canto redondo de la soprano vasca. Voz plena, de generoso centro, cuidadas las retóricas que le permite el texto y atenta a las demandas de la partitura, que no son fáciles. La última vez que la escuché en este teatro, con Mirentxu de Guridi, salí llorando. Ahora me he encontrado con lo mejor que le he escuchado, creo, en 20 años. La cantante se encuentra en plenitud de facultades y lo ha dado todo. A la Arteta ya sólo puedo pedirle… la receta de las croquetas de su madre.