La soprano donostiarra, quizá la más internacional de nuestro país, regresa este domingo a Cartagena para ofrecer un recital íntimo, acompañada únicamente al piano por Francesc Blanco, las más íntimas y exquisitas mélodies, canzonettes y canciones españolas de su repertorio
Casi ocho años después de su anterior visita, El Batel recibe esta tarde a una de las voces más importantes de las últimas décadas en nuestro país: la de la soprano donostiarra Ainhoa Arteta. Sobre las tablas del auditorio cartagenero –que la veterana artista recuerda con «muy buena acústica»–, la más internacional entre las cantantes líricas españolas ofrecerá, junto al pianista Francesc Blanco, un programa que reúne un conjunto de las más íntimas y exquisitas mélodies, canzonettes y canciones españolas de su repertorio. Una cuidada selección de piezas que hará viajar a quienes la acompañen desde el patio de butacas hasta la Italia de Puccini, a Francia con Fauré y, por supuesto, por dentro de nuestras fronteras con De Falla, Obradors y Granados. Aprovechando su inminente reencuentro con el público de la ciudad portuaria, hemos hablado con ella.
¿Cómo está, Ainhoa? Se le ve muy activa y, como usted misma ha dicho en alguna entrevista, en plena forma, tanto en lo vocal como en lo anímico.
Muchas gracias. Pues sí, afortunadamente me encuentro muy bien tanto vocal como anímicamente después de superar una etapa… ‘delicada’, por llamarla de alguna maner; unaa etapa en la que la salud me provocó una seria crisis que me hizo incluso temer por mi vida [pasó seis días en coma inducido y sufrió una septicemia generalizada que acabó con la amputación de dos de sus dedos]. Pero, como digo, por suerte y aunque con algunas secuelas físicas, me encuentro estupendamente, con mucha fuerza y ganas. Gracias a Dios, la voz se encuentra ya a pleno rendimiento, por lo que me siento capaz de acometer retos profesionales importantes e ilusionantes.
¿Le ha costado reencontrarse consigo misma sobre el escenario después de aquel ‘delicado’ episodio? ¿La música fue para usted un reto o una aliada en ese proceso?
La voz ha sido y sigue siendo para mí un elemento sanador, uno de los motivos por los que he tenido fuerzas para superar esta etapa. Desde siempre he dicho –y ahora con más motivo– que yo cantaré mientras viva, ya sea sobre un escenario o en mi casa. Porque cantar para mí es una necesidad, la forma de expresión más profunda y sincera que conozco. Y la voz es un instrumento vivo, que viaja con nosotros, que es parte de nuestro cuerpo y, por tanto, que es capaz de transmitir sentimientos, emociones, alegrías, estados de ánimo… No, no me puedo imaginar mi vida sin cantar; si no lo hiciera, dejaría de ser yo. Y en el escenario se me brinda la oportunidad de comunicar con el público de manera directa todos esos sentimientos. Es difícil de explicarlo con palabras, pero cuando estás en el escenario siendo el vehículo de transmisión de esas obras tan sublimes se establece como una corriente de comunicación que es mutua, entre quienes vienen a verme y yo. Incluso cuando canto la misma obra en diferentes escenarios la experiencia siempre es diferente, nueva y enriquecedora porque el público es diferente y la manera en la que le llega la obra también. Eso convierte cada recital en una experiencia nueva, única e irrepetible que estoy deseosa de compartir con ellos.
Plenamente recuperada, pues, en esta ocasión el recital es en El Batel, un auditorio que ya conoce pero que no pisaba, creo, desde el año 2017. ¿Qué recuerda de aquella última visita?
Guardo un buen recuerdo de Cartagena y de El Batel, donde ofrecí aquella vez un recital dedicado íntegramente a Federico García Lorca, también acompañada al piano. Hicimos una selección de obras maravillosas de este grandísimo poeta con armonizaciones de diferentes compositores de diferentes épocas. Recuerdo gratamente este recital y la muy buena acústica que tiene el auditorio.
Efectivamente, estará acompañada, tan solo, por un pianista (Francesc Blanco, en este caso). ¿La responsabilidad es mayor cuando se enfrenta al público prácticamente en solitario que cuando está arropada por una orquesta o una gran producción operística? ¿Cuáles son las principales diferencias?
Sí. En este caso se trata de un recital con piano en el que verdaderamente lo tienes que dar todo porque, a diferencia de esas grandes producciones operísticas que decías, estás siempre y a nivel vocal sola, y permanentemente en escena, asumiendo toda la responsabilidad durante la integridad del recital (excepto alguna obra instrumental que interpretará Francesc a piano). Pero los conciertos de voz y piano son una faceta de mi actividad lírica que ha estado presente a lo largo de toda mi carrera, que he compatibilizado con la ópera y que me permite una relación más directa e inmediata con el público, ya que percibes su proximidad, sus reacciones e, incluso, a veces puedes hasta ver sus caras, y, como he dicho antes, se establece una corriente de conexión y comunicación de ida y vuelta que hace posible que esas energías se mantengan vigentes durante las casi dos horas que dura el recital. Así que sí, no es fácil y me llena de responsabilidad sentirme en el deber de transmitirle al público estos textos exquisitos, de una belleza excepcional y acompañados de las músicas más sublimes –lo que convierte a cada una de estas obras en verdaderas joyas de la lírica–, pero lo disfruto muchísimo.
Supongo que también agradece la versatilidad de este tipo de formatos, que le permiten tocar muchos palos diferentes (o autores) en un mismo espectáculo.
Efectivamente. Cuando se interpreta una ópera toda la obra gira en torno a un argumento determinado que condiciona todos los elementos escénicos: vestuario, decorados, escenografía, partitura, etc. Pero cuando te enfrentas a un recital de este tipo, cada obra es un pequeño (o gran) universo en el que tienes que entrar, transmitir lo que allí encuentras durante unos minutos y salir de nuevo para volver a sumergirte en otro universo diferente. Supone una gran capacidad de concentración, comunicación y de estudio tanto de la obra en sí como de la época y del autor para ser capaz de transmitir al máximo el mensaje encerrado en la partitura. Es algo verdaderamente apasionante.
Hábleme, por cierto, del programa que presentará en la ciudad portuaria. Creo que ha buscado un repertorio variado, pero muy español (con De Falla, Granados y compañía).
El programa se divide en dos partes. La primera de ellas está integrada por obras de Gabriel Fauré y de Puccini, de los que recientemente hemos celebrado el primer centenario de su fallecimiento. A estas obras se añaden tres piezas de Antón García Abril pertenecientes a las Canciones de Valldemossa y, efectivamente, en la segunda parte abordaremos un repertorio formado por obras de compositores españoles de la talla y categoría de Fernando Obradors, Manuel de Falla y Enrique Granados. Además, es posible que podamos escuchar alguna obra sorpresa más…, ahí lo dejo.
Se siente una propuesta, por canciones y concepto, de carácter (obviamente) mucho más ‘íntimo’ que las de otras producciones en las que ha participado, pero… ¿se puede ser ‘íntima’ o cercana en un auditorio como El Batel y con una voz como la suya? ¿Lo busca o abraza la epicidad que le caracteriza?
El concepto de recital con piano en sí ya conlleva ese elemento de intimidad, y sí, por supuesto: se puede ser íntima y cercana en un auditorio, y más en uno como El Batel, que, como digo, tiene muy buena acústica y es capaz de acercar mi voz hasta la última butaca. Y ese es el reto, en realidad: llenar todo el espacio escénico acompañada tan solo de un piano y conseguir cercanía y proximidad con todo aquel que quiera compartirlo. Le aseguro que será una experiencia emocionante, muy personal, íntima y cercana.
Como decíamos, en el programa hay obras de grandes maestros como De Falla y Granados, e incluso una pieza de Puccini. Hablamos, al final, de composiciones que tienen, en su mayoría, más de cien años de antigüedad, pero invita a que a sus conciertos se acerque gente «de todas las edades». ¿Cómo es su relación (o experiencia) con el público más joven? ¿Les gusta este tipo de propuestas?
Yo siempre digo que existe la música buena y la música mala, independientemente del estilo. Hay música moderna buena y mala, de la misma manera que en épocas anteriores existieron músicas buenas y malas, pero es el paso del tiempo el que se encarga de hacer que muchas, la mayoría, caigan en el olvido o, en su defecto, de hacer permanecer algunas obras a pesar del paso de los años e, incluso, de los siglos. Y si algo caracteriza a estas últimas es la calidad; una cualidad que desde el principio, para mi sorpresa entonces, el público joven, también los niños, son capaces de apreciar. A menudo veo en mis recitales a aficionados muy jóvenes disfrutando de las obras, atentos, sonrientes…, y, con frecuencia, algunos niños vienen a saludar después del recital y a decirme que les ha encantado lo que han escuchado. Esto es, como imaginará, una satisfacción y una alegría enorme.
¿Y al público general le gustan estas músicas? ¿El ‘elitismo’ asociado a veces a este tipo de recitales está justificado o son prejuicios?
Al público general, o la gente que no haya ido nunca a un recital lírico porque «no lo entienden», «se van a aburrir» o no es de su «estilo», les animo a que prueben y vayan a uno sin prejuicios ni ideas preconcebidas. A ellos les diría: «Ven y escucha», nada más (y nada menos).
¿Cómo se presenta el 2025 para Ainhoa Arteta?
Gracias a Dios, este año que acaba de empezar se me presenta con muchos proyectos en marcha, otros en el horno y otros ya cerrados. Afortunadamente, estoy muy ilusionada, feliz con este nuevo año en el que espero poder compartir y disfrutar a lo grande de mi voz con todo mi público que ha sido fiel y con todos aquellos que se animen a compartir conmigo este apasionante viaje. Así que os espero con muchas ganas en El Batel.